lunes, 24 de junio de 2013

La sordera del mañana, Parte 2

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Hola ¿Sigues ahí?, espero que sí, ya ha pasado más de una hora y siento como baja el frío de la neblina plateada pero no tengo ni un par de calcetines secos porque me caí al río hace pocos minutos y no puedo salir en medio de estas moras aunque ya tengo varios raspones y espinas encarnadas. Dicen que cuando mis abuelos eran niños aún no habían cancelado la música del mundo, que existían miles de estilos y millones de canciones que buscaban siempre la originalidad, me pregunto cómo hubiera sido vivir en una época donde la música movía al mundo y construía a las personas, para mí hubiera sido el cielo en este mundo de música de mezclador y cantantes de computadoras con dos acordes para relajar al ganado. Cambio y fuera.

Capítulo 2:  El día del tercer acorde

Habían pasado ya cinco días desde el incidente y por fin había llegado la mañana de mi cumpleaños. Estaba tan emocionado que bajé al primer piso sin siquiera quitarme la pijama. Mi padre ya había partido a la fábrica y mi mamá me esperaba sonriente con un pastel de milhojas coronado en las velas encendidas mientras me saludaba con un  “feliz cumpleaños cariño”,  esa voz casi me poseía para abrazarla.
Soplé las velas con ansias y los ojos cerrados con cierto buen presentimiento, pero  cuando abrí los ojos esa alegría que estaba cubriendo el día más perfecto de mi vida se hundió en la desilusión.

 -¿Qué es esa cosa?- pregunté en voz baja viendo la caja del regalo sobre la mesa, mi guitarra no cabía dentro.

Mi madre no pudo responder, ya que desde la puerta de la cocina otra voz masculina y resonante se hizo notar “Hola hermanito, feliz cumpleaños” mi hermano me miraba con su característica sonrisa mientras esperaba una reacción de parte mía, la que yo interpreté con un apretón de manos y un simple “Gracias” para luego volver a mirar la caja esperando que mi madre pudiera darme alguna explicación.

-Diego- dijo con un tono bajo y tranquilo –lo discutimos con tu padre y con tu hermano y la verdad es que no creemos que una guitarra sea un regalo correcto para un jovencito como tú.
-La verdad- interrumpió mi hermano agarrando la caja envuelta en papel azul –Yo les dije que no te compraran esa cosa,  tenía voz y voto en la decisión, después de todo yo pague la mitad del regalo Guito, ya verás cuando lo abras que te encantará.
-Es una pistola, no quiero una pistola, las pistolas matan, las guitarras no- dije alejándome de ella.
-Mmm, no sabes nada- dijo mi hermano ya más serio – Por alguna razón las volvieron ilegales ¿no crees? Algún día la música matará a alguien.
-Las volvieron ilegales para controlar a las masas, ¿Qué pasa contigo Nico? tú me lo dijiste, pero seguro no te acuerdas de esa época en la que lo correcto era más importante. Antes de que se te subieran los humos a la cabeza y perdieras a Melissa, esa época en la que yo me vestía como tú porque eras mi ídolo, pero ahora eres mayor y no te importa,  espera, mejor ¿Por qué no te vas a tu universidad de Santiago y me dejas tranquilo?

Mi hermano no borró la sonrisa de su rostro -No mientas Guito, anda, no hagas drama y ábrelo, quiero ver tu reacción de emoción cuando la veas.- hacía oídos sordos a mis palabras.
Con cara de mal humor tomé la caja azul y la abrí de un solo tirón, dejando a la luz el cartón blanco opaco esperando, y dentro, una pistola azul brillante con mis iniciales talladas en el mango. Por un momento me quedé mirándola impactado, pero como no me agradaban las armas la dejé sobre la mesa y viré la vista hacia la caja donde estaban todos los papeles a mi nombre esperando a ser firmados mientras mi hermano y mi madre discutían lo buena que era esa pistola y las miles de características que tenía.

 -Desearía que me la hubieran comprado a mí a su edad, mira lo hermosa que es, una colt  M1911, con buen calibre y semiautomática para ir de cacería, a los gringos se les derretían los dedos en la segunda guerra mundial por usarla, claro, esta versión la mandé a hacer personalizada y cromada a color pero en esencia es no solo mi pistola favorita sino la de la mayoría de mis amigos en la centralnet. Si no tengo nada que entregar la próxima semana podría tomarme el tiempo de ir el sábado con el Diego al campo de tiro, o directamente a la zona fría de Concón, queda como a media hora

 Sin responder a nada de lo que dijo, preparé mi mochila y tras guardar la pistola dentro con su caja me despedí de mi madre y de mi hermano para salir y no llegar tarde a clases, sin siquiera haber probado el pastel.

La jornada se hizo cotidiana aunque la decepción que me había llevado amargó cada segundo de la mañana, desde pasar el registro sin importarme que vieran el arma, maldecir a la voz electrónica que me ponía los pelos de punta, recibir felicitaciones de cumpleaños y finalmente encontrarme con Sergio en clase de inglés para escuchar la pregunta que venía esperando toda la mañana.

-¿Y?, ¿Conseguiste el regalo que querías? O la idea de la banda está acabada.- No tuve la voluntad de levantar la cabeza, simplemente saque el regalo de cumpleaños y lo dejé sobre su pupitre para que pudiera verlo y reaccionara de la manera que esperaba -Ya veo, entonces no hay banda, no sé para qué pedí un bajo si sabía que tus papás nunca te iban a regalar la guitarra.

 No estaba de humor para darle la razón y continuar con el tema porque mientras menos pensara en eso mas rápido se quitaría ese malestar que las palabras y acciones de mi hermano me habían dejado esa mañana por lo que me centré en los verbos irregulares como si de verdad fuera a usarlos alguna vez en mi vida y esperé que el día hubiera acabado lo más rápido posible.

Antes de que me diera cuenta la puerta hermética ya se había destrabado y la voz nos advertía que saliéramos al pasillo para descansar unos minutos antes de nuestra próxima clase. Recibí el saludo de un par de compañeros por mi cumpleaños y uno que otro estudiante que se acordó de ese día.

No me podía considerar una persona “popular” no hablaba con todos, no era el más rápido, ni el más inteligente, incluso la linda chica nueva, Isidora, con la que por apellido y RUN no compartía ninguna clase, me dio un abrazo y una pequeña caja de chocolates. De repente el día ya no se veía tan malo y con solo un par de aburridas clases por venir, quizás la idea de compartir un tiempo disparándole al exceso poblacional en el campo de tiro con mi hermano y mi nuevo regalo se veía como una mejor idea, claro, hasta que terminaron las clases y supe que esa repentina atención se terminaría cuando cruzara el portón mecánico, justo en el momento en que la máquina encendía el mapa con el camino más corto a tu casa, ese que debías tomar para tener tiempo programado al hacer tus deberes. Ahí me esperaba Tampier y no estaba solo, un chico alto de cabello negro poco natural y los ojos serios profundos aunque apagados lo acompañaba, mientras parecía juzgar no solo mi apariencia sino también como me movía y a que altura tenía la mirada.

-¿Este es tu amigo?- dijo con una voz plana y masculina mientras mi amigo Sergio asentía con la cabeza –Pues no tienes la actitud de McCartney ni tampoco los movimientos de Slash, pero quieres tocar guitarra ¿No es así?- No supe bien qué responderle ya que la verdad su apariencia no me daba nada de confianza y además no tenía idea de que enfermedades estaba hablando porque yo nunca había escuchado de algún síndrome McCartney ni menos de un Slash, me alegraba no tenerlas porque quizás esas condiciones me limitaban.
-¿Tú eres el nuevo?- pregunté con una sonrisa dándole la mano pero este se mantuvo frío y seguía juzgando cada acción de mi parte – El que se llevaron ayer a la sala de castigos
- Sí, pero no veo porqué te importa si tú solo te escondiste para mirar lo que pasaba, tu amigo me dice que quieres encontrar una guitarra y ya que tienes una pistola yo puedo ayudarte a obtenerla - no sé cómo me convenció en los 45 minutos de regulación social -pero sólo si tu pase de estudiante te deja moverte a Viña del Mar –hizo una pausa para convencerse de lo que iba a decir-  puedo ayudarte con un par de condiciones de por medio.
-¿Cómo qué? – indagué con desconfianza.
-Si de verdad quieren aprender algo más de música que los dos acordes del himno nacional, van a tener que escuchar cada cosa que les diga sin importar qué tan raro suene, además hay otros como ustedes, la idea es reunirlos y entrenarlos en secreto, nadie puede saber nada ¿Entendieron?
-Yo ya te dije que sí, no veo el problema- dijo Sergio dándole la mano. La verdad yo no fui tan seguro en mi respuesta, veía a Exequiel con una postura algo encorvada y poco aire de autoridad por lo que tomar en serio su propuesta ahora que por fin comenzaba a resignarme a que el mundo no era tan malo como mi propio hermano me dijo alguna vez, no parecía una opción tan viable como el día anterior, la duda tocó mi lengua y sin pensarlo bien sonó un “si” desde el fondo de la garganta, se acabó el tema y sin hablar más nos dirigimos al paradero de buses interurbanos más cercano.




1 comentario:

  1. Interesante, me gusta mucho la fantasía y también la Música; creo que ambas expresiones son un eslabón para nuestra liberación mental y espiritual, especialmente si son desarrolladas en forma coherente y consistente. Por eso me llamo la atención esta historia y por eso seguiré su desarrollo.
    Aun no he podido leer tu Libro Misterios y revelaciones en Allasneda, jamas he leído literatura Steampunk (la descubrí hace poco), pero apenas concluya una serie de libros en los que estoy ahora iré por el.
    Saludos y nos encontramos en otro capitulo.

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