Esta es la primera entrada a mi nueva novela corta, la sordera del mañana, está ambientada en la quinta región de Chile, es una novela post apocalíptica y ¡su trama es sorpresa! disfruten leyendo y recuerden compartir y recomendar!
Muy buenas tardes, se ha activado
la pista de audio 5, reproduciendo:
“Ok, mi estado es bastante precario, son las
doce del día seis de agosto de 2294 y debes escuchar porque no tengo mucho
tiempo: Hay cuatro cosas que no nos permiten hacer a la generación del 90’: Cuestionar
a un adulto que no nos lo haya permitido antes, Intoxicarnos hasta perder el
conocimiento, Cruzar la línea del tren y
Comprar un Instrumento Musical. Siempre he pensado lo estúpidas que son las
cuatro reglas que están pegadas en la entrada de mi colegio y quizás eso es lo
que me llevó a romper tres de ellas y encontrarme en la situación en la que
estoy. Pero lamentablemente si no transgredo la cuarta seguramente estaré
muerto en un par de horas por un rifle calibre 7 milímetros. Me doy cuenta de
que nunca vi venir esta situación, porque hasta hace unos meses siempre fui un
protegido del sistema. Cambio y fuera.”
Capítulo 1: Lo que siempre y nunca existió
La habitación estaba bastante obscura esa mañana, y seguramente era
porque el horario de invierno había comenzado a funcionar un par de noches
atrás y todavía no me acostumbraba… Era un sonámbulo en la penumbra,
desorbitado y encandilado. Sin embargo esta actitud cambió rápidamente tras
ducharme e ir a desayunar. Cuando vi que mi padre no había partido aún a su
trabajo y que mi madre tenía esa sonrisa de sorpresa en el rostro, supe
inmediatamente que era el momento preciso para confesar.
-Cariño, sé que debimos haber esperado hasta que volvieras.
-Pero sabes que tu papá tiene turno extra en la fábrica los jueves.
-Pero sabes que tu papá tiene turno extra en la fábrica los jueves.
Sólo un pensamiento se cruzó por mi mente en esos momentos “Lo han
ensayado bastante” era lo mismo que le habían dicho a mi amigo Sergio el día de
su cumpleaños número 16.
-Bueno, la próxima semana es tu cumpleaños y ya sabes que tenemos todo organizado.
-Pero no será tan organizado como el del Nico - dije mirando la mesa para no ver su reacción.
Escuché el suspiro de mi madre y con un hilo en la garganta mi padre respondió
- Teníamos mejor situación económica cuando el Nico cumplió 16, pero ahorramos para poder comprarte algo igual de bueno -
Mis oídos sonrieron - ¿Igual de bueno?
-Bueno, la próxima semana es tu cumpleaños y ya sabes que tenemos todo organizado.
-Pero no será tan organizado como el del Nico - dije mirando la mesa para no ver su reacción.
Escuché el suspiro de mi madre y con un hilo en la garganta mi padre respondió
- Teníamos mejor situación económica cuando el Nico cumplió 16, pero ahorramos para poder comprarte algo igual de bueno -
Mis oídos sonrieron - ¿Igual de bueno?
- Sí - dijo mi madre – Tu hermano nos mandó la mitad del costo para
que pudiéramos pagarlo.
- Así que ¿Qué vas a querer para tu cumpleaños?- dijo mi padre más tranquilo comenzando su desayuno.
- Lo he meditado por casi un mes, primero pensé en una moto, pero como me falta un año para sacar licencia se oxidaría en la lavandería… así que tengo el regalo perfecto, no me vayan a decir que no. Quiero un aparato musical - Y tras decir estas palabras, mi padre dejó la taza humeante sobre el platillo de la mesilla.
Era normal que los adultos se alteraran un poco cuando sus hijos les pedían algo ilegal, pero mi lógica era muy simple: si Pablo, el vecino de trece años podía pedirle a sus papás que le compraran cigarrillos ¿Por qué no podría yo tener un instrumento musical si era mi responsabilidad? pero ellos teníanperfectamente claro que la ley de dos sonidos corría peligro bajo mi albedrío. “Eres demasiado imaginativo para tener esa libertad Guito, no se si sea conveniente, ya sabes que no es solo probar cuando se trata de ti” dijo mi padre y de la nada murmuró mirando a la pared “La ley 2038.55 del reglamento de comportamiento social gubernamental dice explícitamente: Los sonidos emitidos por el hombre no deben expresar sentimientos ni componerse de más de dos tonos, sanción: 24 horas de lucha en la zona de reducción de población”. Hace ya tiempo mis padres se habían dejado instruir por máquinas, lo sabían todo de memoria, al igual que yo lo estaba aprendiendo. Recordé cuando mis padres me dieron como caso perdido y dejaron de confiar de mí, fue en primero básico, cuando mi maestra llamó a la policía como lo hizo había hecho un cuadro con más de cinco colores, aún no eran capaces superarlo.
-¿Por qué no pides mejor una metralleta para ir a cazar? Mi abuelo pidió una escopeta, yo pedí un rifle y tu hermano pidió un arma también. Ahora tiene una hermosa nueve milímetros y ya ha cazado a varios parásitos, mientras va a la universidad y trabaja, eso sin contar que es un excelente deportista y tiene a todas las mujeres de la región persiguiéndolo como moscas
.
Mi padre de verdad me irritaba cuando comenzaba a compararme con mi hermano, el que a pesar de ser una de las personas en que más confiaba, era también la persona a quien más quería derrotar, no había nada que él no pudiera hacer, por ejemplo, si pedían a alguien que pudiera hacer la decoración del gimnasio en poco más de tres días él ya era capaz de instalar una pista de hielo, contratar al circo ruso y dirigir a todos en la lengua vernácula de los malabaristas.
- Porque no quiero ir por ahí matando personas y siendo perfecto como el Nico, quiero tener una guitarra, sé que las venden si llenas el formulario y si no se las aprueban yo les consigo a alguien que las haga y nadie se entera.
Tras varios cuartos de hora invertidos discutiendo con ellos logré que su “No” se transformara en “Veremos” y pude partir a clases tranquilo para encontrarme otra vez interno en el sistema dominante que me detestaba desde que había llegado en pañales pero que me había logrado controlar hasta hace poco tiempo atrás.
- Su tarjeta estudiantil por favor - me dijo la robótica y conocida voz de la portera electrónica del colegio. Saqué el cartoncillo plástico y lo deslicé por sobre el decodificador mientras las tuercas me quitaban la mochila para pasarla por los rayos X y comprobar que no llevara más que cuadernos y lápices magnéticos. – Todo en orden, alumno Diego Felipe Sepúlveda Verdugo, identificado. La puerta giratoria se destrabó y finalmente pude entrar a los pasillos principales del establecimiento donde la misma voz de la portera repetía una y otra vez en cuenta regresiva “Dos minutos y medio para el toque de timbre, recomendamos entrar con anticipación a la sala de clases. Dos minutos para el toque de timbre, recomendamos entrar con anticipación a la sala de clases.” Cada día era menos capaz de resistirme al impulso de patear los numerosos parlantes que se empeñaban en recordarnos a cada minuto lo que se suponía que debíamos hacer aunque en el fondo sabía que era solo un arrebato y que no me atrevería ni a acercarme a ellos.
- Así que ¿Qué vas a querer para tu cumpleaños?- dijo mi padre más tranquilo comenzando su desayuno.
- Lo he meditado por casi un mes, primero pensé en una moto, pero como me falta un año para sacar licencia se oxidaría en la lavandería… así que tengo el regalo perfecto, no me vayan a decir que no. Quiero un aparato musical - Y tras decir estas palabras, mi padre dejó la taza humeante sobre el platillo de la mesilla.
Era normal que los adultos se alteraran un poco cuando sus hijos les pedían algo ilegal, pero mi lógica era muy simple: si Pablo, el vecino de trece años podía pedirle a sus papás que le compraran cigarrillos ¿Por qué no podría yo tener un instrumento musical si era mi responsabilidad? pero ellos teníanperfectamente claro que la ley de dos sonidos corría peligro bajo mi albedrío. “Eres demasiado imaginativo para tener esa libertad Guito, no se si sea conveniente, ya sabes que no es solo probar cuando se trata de ti” dijo mi padre y de la nada murmuró mirando a la pared “La ley 2038.55 del reglamento de comportamiento social gubernamental dice explícitamente: Los sonidos emitidos por el hombre no deben expresar sentimientos ni componerse de más de dos tonos, sanción: 24 horas de lucha en la zona de reducción de población”. Hace ya tiempo mis padres se habían dejado instruir por máquinas, lo sabían todo de memoria, al igual que yo lo estaba aprendiendo. Recordé cuando mis padres me dieron como caso perdido y dejaron de confiar de mí, fue en primero básico, cuando mi maestra llamó a la policía como lo hizo había hecho un cuadro con más de cinco colores, aún no eran capaces superarlo.
-¿Por qué no pides mejor una metralleta para ir a cazar? Mi abuelo pidió una escopeta, yo pedí un rifle y tu hermano pidió un arma también. Ahora tiene una hermosa nueve milímetros y ya ha cazado a varios parásitos, mientras va a la universidad y trabaja, eso sin contar que es un excelente deportista y tiene a todas las mujeres de la región persiguiéndolo como moscas
.
Mi padre de verdad me irritaba cuando comenzaba a compararme con mi hermano, el que a pesar de ser una de las personas en que más confiaba, era también la persona a quien más quería derrotar, no había nada que él no pudiera hacer, por ejemplo, si pedían a alguien que pudiera hacer la decoración del gimnasio en poco más de tres días él ya era capaz de instalar una pista de hielo, contratar al circo ruso y dirigir a todos en la lengua vernácula de los malabaristas.
- Porque no quiero ir por ahí matando personas y siendo perfecto como el Nico, quiero tener una guitarra, sé que las venden si llenas el formulario y si no se las aprueban yo les consigo a alguien que las haga y nadie se entera.
Tras varios cuartos de hora invertidos discutiendo con ellos logré que su “No” se transformara en “Veremos” y pude partir a clases tranquilo para encontrarme otra vez interno en el sistema dominante que me detestaba desde que había llegado en pañales pero que me había logrado controlar hasta hace poco tiempo atrás.
- Su tarjeta estudiantil por favor - me dijo la robótica y conocida voz de la portera electrónica del colegio. Saqué el cartoncillo plástico y lo deslicé por sobre el decodificador mientras las tuercas me quitaban la mochila para pasarla por los rayos X y comprobar que no llevara más que cuadernos y lápices magnéticos. – Todo en orden, alumno Diego Felipe Sepúlveda Verdugo, identificado. La puerta giratoria se destrabó y finalmente pude entrar a los pasillos principales del establecimiento donde la misma voz de la portera repetía una y otra vez en cuenta regresiva “Dos minutos y medio para el toque de timbre, recomendamos entrar con anticipación a la sala de clases. Dos minutos para el toque de timbre, recomendamos entrar con anticipación a la sala de clases.” Cada día era menos capaz de resistirme al impulso de patear los numerosos parlantes que se empeñaban en recordarnos a cada minuto lo que se suponía que debíamos hacer aunque en el fondo sabía que era solo un arrebato y que no me atrevería ni a acercarme a ellos.
-Un minuto y te parto la cara
para el toque de timbre, agg! cuanto odio a esta tipa- Escuché la inconfundible
y burlesca voz de mi mejor amigo entre los silenciosos pasos que corrían a las
diferentes salas de clases y aunque aún estuviera somnoliento lo saludé como
siempre y abrí la puerta del aula 5 para entrar a una hora y media de anotar lo
que la maravillosa grabadora nos dictaba mientras la pantalla mostraba gráficos
e imágenes de historia. Sin embargo, no todo el día sería una pérdida de vida y
energía.
Una vez que la voz marcó el primer recreo unos gritos de rabia volvieron a resonar en los pasillos del colegio del “sector A-33”, gritos de lucha contra las puertas y contra las tuercas que hicieron llamar la atención de toda la zona mayor por lo que aproveché de saludar a un par de conocidos que miraban absortos e intrigados que era lo que producía tal alboroto.
Una vez que la voz marcó el primer recreo unos gritos de rabia volvieron a resonar en los pasillos del colegio del “sector A-33”, gritos de lucha contra las puertas y contra las tuercas que hicieron llamar la atención de toda la zona mayor por lo que aproveché de saludar a un par de conocidos que miraban absortos e intrigados que era lo que producía tal alboroto.
-¡Sergio! – grité para poder
encontrarme en la multitud con la única persona que entendería que estaba
pasando, él me hizo señas desde adelante y me escabullí entre los de primero
para llegar y una vez ahí pude hacerme un mapa de la situación, el recién
transferido luchaba para que no le quitaran algo de su mochila mientras era
inmovilizado por dos guardias de tuercas en la entrada.
-Encontraron algo en su mochila- dijo una de las menores retrocediendo y empujándome hacia la multitud mientras escuchaba otros rumores “Una botella de alcohol seguro”, “Quizás de donde viene este tipo”, “Escuché que ha estado varias veces en la cárcel”, “No creo que lo hayan detenido por una pistola, yo llevo la mía en la mochila”, sin embargo todos estaban equivocados, porque cosas tan simples como un arma no hubieran provocado que el director en persona saliera desde la sala 12 para dispersarnos.
“Se le pide a todos los alumnos despejar el pasillo principal y retirarse a la zona de recreo” Comenzó a repetir mi querida voz robótica, sin embargo Sergio no se movía, estaba confiado o expectante a algo que podría cambiar su vida.
-Encontraron algo en su mochila- dijo una de las menores retrocediendo y empujándome hacia la multitud mientras escuchaba otros rumores “Una botella de alcohol seguro”, “Quizás de donde viene este tipo”, “Escuché que ha estado varias veces en la cárcel”, “No creo que lo hayan detenido por una pistola, yo llevo la mía en la mochila”, sin embargo todos estaban equivocados, porque cosas tan simples como un arma no hubieran provocado que el director en persona saliera desde la sala 12 para dispersarnos.
“Se le pide a todos los alumnos despejar el pasillo principal y retirarse a la zona de recreo” Comenzó a repetir mi querida voz robótica, sin embargo Sergio no se movía, estaba confiado o expectante a algo que podría cambiar su vida.
-Así que, Exequiel Fuenzalida-
Escuché la profunda y espantosa voz director mientras me escondía tras la
puerta abierta de mi sala de clases esperando a que Sergio quitara esa sonrisa
de su rostro y me siguiera –Tu primer día ¿No? Eres nuevo así que esta vez sólo
será una advertencia- escuché un par de golpes secos –No quiero volver a encontrarme con este tipo de atrocidades en mi
colegio, no somos conocidos por ser una institución flácida y fácil de burlar-
Sentí un par de zapatos caminando hacia el final del pasillo y otro par
siendo arrastrado, así que me hundí más en mi escondite.
Frente a mí se cruzó el gigantesco director con un objeto que no pude identificar en una mano y el chico nuevo arrastrado de la chaqueta en la otra directo hacia la oficina principal donde solo los estúpidos iban, tenía una expresión de indiferencia y al mismo tiempo de odio hacia todo lo que lo rodeaba, odio que se proyectaba de tal manera que no quería cruzarme con él bajo ninguna circunstancia por lo que di media vuelta y caminé hacia mi compañero.
Frente a mí se cruzó el gigantesco director con un objeto que no pude identificar en una mano y el chico nuevo arrastrado de la chaqueta en la otra directo hacia la oficina principal donde solo los estúpidos iban, tenía una expresión de indiferencia y al mismo tiempo de odio hacia todo lo que lo rodeaba, odio que se proyectaba de tal manera que no quería cruzarme con él bajo ninguna circunstancia por lo que di media vuelta y caminé hacia mi compañero.
- Wow - exhaló emocionado Tampier
regresando hacia el aula –Ya veo porqué hay tantas leyendas urbanas sobre ese
tipo, está loco, yo jamás miraría al “gigante” con esa cara y menos en esa
situación, el nuevo trató de escapar el control ¿Te imaginas?, lanzó un CD en
la maquina y mientras sonaba trató de ingresar un aparato extraño.
- Y de seguro esto va a dar pie a
una nueva leyenda urbana “el chico que desafió a la voz, el que miró de lejos y
el cobarde que se escondió tras la puerta”- dije aún afectado por la situación,
Sergio me miro con su característica sonrisa burlona y continuó con su
discurso.
- No creo que eso importe, por el momento lo único que me interesa es ¿Ya te preguntaron que querías para tu cumpleaños?- yo simplemente sonreí y asentí, tenía un buen presentimiento
- No creo que eso importe, por el momento lo único que me interesa es ¿Ya te preguntaron que querías para tu cumpleaños?- yo simplemente sonreí y asentí, tenía un buen presentimiento
.
BUENISIMO!
ResponderEliminarMuy bueno, me gusta como adelantas conceptos desconocidos para ir enganchando al lector.
ResponderEliminarBajo mi inexperta visión en temas de Ciencia Ficción, creo que el personaje debiera estar más inmerso en el entorno, es decir, que al momento de describir, lo haga en los términos de su actualidad, no de la nuestra, en la medida de lo posible. Eso, sin necesidad de quitar el hambre del protagonista por cuestionar todo, es más, creo que eso le suma fuerza a la crítica que se busca.
Como mencioné, es solo mi inexperta visión. Con mucho atrevimiento lo digo.
De todas maneras, es un fantástico relato y seguiré atento a su continuación.
Felicitaciones!
Muy bueno el relato, el capitulo que subiste aquí te deja inmerso y con ganas de seguir leyendo.
ResponderEliminarLo unico que se podria decir y a modo de una critica constructiva es:
estas inmerso en un mundo del 2294, quien va a querer una moto.
Que me refiero, que es todo tecnológico no seria mejor una moto voladora que alcanza los 5000 kilómetros por hora.
En una parte del relato, dices región. No seria mejor decir como el cuadrante,
la zona o el sector.
Excelente historia...Me encanta el hecho de que el personaje este inmerso de manera parcial en un mundo que, a pesar de los avances tecnológicos de la época, se encuentra en una constante decadencia; se vislumbra un mundo sucio, muerto, acabado y donde el razonamiento humano está ligado de manera perpetua a la maquinaria y tecnología; tecnología ensamblada con frivolidad, pues no hay sentimientos en el 2294; solo Diego trae luces de esperanza a un mundo de un futuro sin futuro.
ResponderEliminarFelicidades, parece ser una historia bastante prometedora y que logra "enganchar" al lector desde la primera línea.