Santiago de Chile, 21 de febrero, 12:42 p.m. Un caballero, armado con una caja de tomates y un sombrero de copa se levanta sobre el paquete de madera y se toca el pecho dos veces. A su alrededor, hombres y mujeres corren, siguen el ritmo de la ciudad que los encierra y los convierte en tuercas de la gran máquina del siglo XXI. Aquella figura disímil saca una botellita de líquido oscuro (entre negro y marrón), y comienza a gritar con su voz positiva y convincente: “¡acérquense, no se pierdan la oportunidad de conseguir la magia en una botella! ¡Solo la ciencia ha logrado superar a las viejas pócimas de antaño! ¡Desde cabello hasta un dolor de cabeza, este líquido curará todo mal!”. Por varias horas nadie lo mira, es un fantasma entre la gente, evadido por las mujeres y niños, hasta que un extraño se detiene frente a él.
-¿Por qué no te has bajado de una vez de esa caja? Te vi aquí en la mañana y no has vendido nada- es un joven sonriente, con zapatos lustrados y dos libros sujetados por el codo. Su cabello es sostenido por unos lentes y su cinturón por un engranaje.
-Porque te estaba esperando- sonríe el vendedor, y el hombre se acerca más al personaje.
-Muy bien compatriota, así que ya te has dado cuenta.
-¿De qué estoy muerto?- dijo el vendedor –supongo, no encajo en este mundo, extraños las tierras del sur y aún no encuentro Allasneda.
-Cuando logres vender una botella, ahí habrás llegado.
-¿Qué hay allá? ¿Acaso son todos fantasmas?
-No, allá tú estás vivo, acá, en el siglo XXI, no eres ni un recuerdo, solo un personaje de novela, invisible ¿Lo entiendes? existes solo para quienes conocen Allasneda.
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