Día lunes, necesitaba concretar esta entrevista lo antes
posible. Me habían hablado de ella, sabía que era una joven muy ocupada y por
lo mismo, no sabía que esperar.
"¿Aló?", me contestó sin hacerme
esperar. Sentí una voz dulce. "No sé cuándo te acomoda, yo me organizo
para cuando estés disponible", le dije intentando ser flexible para lograr
este encuentro lo antes posible. "Cuando quieras, ¿hoy puedes?" y en
menos de cinco minutos tenía que correr a la ducha para llegar a la improvisada
cita.
Sabía que escribía, sabía que trabajaba en la Federación de la
Universidad Adolfo Ibáñez y más que eso... no sabía. Mientras esperaba su
llegada (a las dos de la tarde, tal como habíamos acordado), abrí mi
computador, saqué mi libreta e hice una rápida investigación por internet sobre
ella, Sascha Hannig. Mientras navegaba por distintos portales, me di cuenta que
era más de lo que pensaba. 19 años, cuatro libros, tres de ellos publicados,
uno en camino; entrevistas, cortos y quién sabía cuánto más iba a encontrar.
Hasta que una llamada interrumpe mi búsqueda.
"¿Javi, dónde estás?", primero
levanté la mirada, luego un brazo, agite mi mano y me reconoció rápidamente. El
reloj marcaba las 14.05 horas. El encuentro fue en su universidad y al parecer
la hora escogida fue aquella en que la mayoría de los estudiantes usan para
hacer una pausa y almorzar, por lo que muchas personas parecían rodearme. Con
un par de ejemplares del diario la Estrella de Valparaíso en su mano, un
vestido verde y una amplia sonrisa me saludó. "¡Mira salí en el
diario!", me comentó sin conocerme, sin esconder su emoción. Acercó una
silla y se instaló junto a mí. De inmediato se dio una conversación sin
tapujos.
"Quiero saber de tu familia" comencé. Sin dejar más tiempo
correr, dejó fluir las palabras, historias y recuerdos.
Los cambios han marcado su vida. Su historia de
viñamarina comenzó hace 11 años. Dejó su huella literaria en tres colegios de
la ciudad. Su padre falleció hace un par de años, pero no escarbamos en ello.
Su madre deportista y su hermano, quien sueña con ser cadete naval, acompañan
sus días. La independencia la define, sus raíces alemanas aún se mantienen
fuerte y arraigadamente. "Como que cada uno anda por su lado, pero siempre
ha sido así, desde chicos". Las letras siempre han sido sus fieles
compañeras. Aprendió a leer y escribir antes de lo normal gracias a su tía
Toto. Al hablar de ella, me hace imaginar una mujer cálida, cariñosa y con gran
instinto maternal. Su amor parece traspasar lo espiritual. Parece que los
momentos vividos con aquella mujer la emocionan mientras los rayos del sol traspasan
con fuerza sus lentes Ray-Ban que intentan proteger su mirada.
De pronto se acercó un amigo, parecen ser
cercanos "¡Saliste súper bien!", felicitándola por su entrevista en
el diario del día, una de tantas que se suma a su carrera literaria. Ella con una amplia sonrisa lo abrazó y le
agradeció. Luego de esta interrupción, nuestra conversación siguió su rumbo. El
alboroto que había en el lugar, marcado por el ambiente universitario en el que
estábamos, guardaba gritos de jóvenes que aprovechaban sus abreviados minutos
de recreo y relajo en su larga jornada conversando, jugando ping-pong o
taca-taca. También sus risas se hacían parte del ambiente, mientras que podía
oler un aroma que mezclaba un sinfín de almuerzos de aquellos estudiantes. Pero
esto no parece ser un distractor para Sascha, la paz y relajo con que continúa narrando
su vida e historias sopesan este torpe ambiente. Su vestido verde acompañado de
un colgante de piedra que abraza su cuello refleja esta tranquilidad, esta
misma con la que me cuenta sus días y narra sus historias que han dado vida a
cuatro escritos en los que plasma su imaginación, esfuerzo, tiempo y amor.
El tiempo no parece ser un problema. Su risa la acompaña
en cada minuto, para lo que no hay tiempo es para perder y no aprender. Trabajo,
una palabra que conoce desde los 15 años y que le han dado los medios para la
publicación de sus novelas. Su vida parece tener más años de los 19 que ha
vivido. Su pensar refleja su pasar. No hay vida ni logros sin esfuerzo, tal
como sus raíces se lo han impuesto. Su jornada es larga, pero la disfruta. Ser
estudiante, ayudante, novelista, columnista, hija, hermana, amiga... no parece
ser fácil ni común a esta edad, pero esto no la hace sentir distinta a los
demás. "Hago muchas cosas por gusto, he sabido acomodar mis tiempos además
las puertas se han ido abriendo solas" Sólo pude imaginar mi vida, cómo el
ocio consume mi tiempo, sin poder tomarlo, usarlo ni manejarlo. Sascha, tiene
esa habilidad, ese control envidiable que cualquier ser humano querría para
cumplir al cien en todos sus roles. "¿Mis amigos?, nunca les digo que no,
o casi nunca. A veces la gente cree que no salgo, que no veo los partidos, pero
siempre tengo tiempo para mis amigos".
La cara de cuica
Y es pura casualidad estar en una universidad que está
marcada por el prejuicio de los a veces llamados -despectivamente- cuicos. Sascha
no parece ser la excepción a primera impresión, ni a segunda... basta con
preguntarle ¿cuál es tu nombre?, su pelo rubio, finas facciones, su iphone en
la mano además sus audífonos conectados a su ipod, responden a todo lo que
entendemos por la fina selva denominada
Adolfo Ibáñez. Reconocerlo es el primer paso, responder a ello el segundo. Pero
Sascha rompe con esto "Claro me podí ver rubia y todo, pero tengo la pura
cara de cuica", siguiendo el ejemplo de Daniela Aránguiz, quien no dejó a
nadie indiferente con esta frase.
Y es que además de su nombre y aspecto se
apoya de dónde nos encontrábamos. Sólo se podían ver cabezas rubias y cuerpos
tonificados. El pasillo que se formaba a un costado de nuestra mesa era una
pasarela, por donde desfilaban jóvenes tapizados en prendas y accesorios Nike,
Zara, The North Face... y quizás cuantas marcas más que no pude reconocer.
Parecen ser uno de los requisitos para entrar y ser parte de este lejano mundo
que ve desde arriba la ciudad de Viña del Mar. Es fácil confundir a Sascha. Tiene
todo, pero a la vez nada y en dónde más se nota es en el tiempo. Una vuelta del
reloj o un viernes por la noche no significa lo mismo para ella que para
cualquier compañero que la rodeaba en esta mesa.
"Soy una ñoña, pero no
por eso tengo que andar con los pantalones arriba de la cintura" y es que
entre salir a bailar a Scratch, el boom de la noche viñamarina, ella baila con
las palabras que fluyen por su lápiz. Trabajar no parece ser una tortura, sino
un regalo, una inversión a largo plazo, lo que le da los medios para seguir
publicando aquellas obras que nacieron de su mano. Sus tres ayudantías son más
bien un regalo en forma de aprendizaje para sus alumnos. Sus amigos con quienes
acompaña sus días y su tiempo... donde juega, aprende y saca a volar sus
pensamientos.
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