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6. Reproduciendo:
Hola ¿Sigues ahí?, espero que sí, ya ha pasado más de una hora y siento
como baja el frío de la neblina plateada pero no tengo ni un par de calcetines
secos porque me caí al río hace pocos minutos y no puedo salir en medio de
estas moras aunque ya tengo varios raspones y espinas encarnadas. Dicen que
cuando mis abuelos eran niños aún no habían cancelado la música del mundo, que
existían miles de estilos y millones de canciones que buscaban siempre la
originalidad, me pregunto cómo hubiera sido vivir en una época donde la música
movía al mundo y construía a las personas, para mí hubiera sido el cielo en
este mundo de música de mezclador y cantantes de computadoras con dos acordes
para relajar al ganado. Cambio y fuera.
Capítulo 2: El
día del tercer acorde
Habían pasado ya cinco días desde
el incidente y por fin había llegado la mañana de mi cumpleaños. Estaba tan
emocionado que bajé al primer piso sin siquiera quitarme la pijama. Mi padre ya
había partido a la fábrica y mi mamá me esperaba sonriente con un pastel de
milhojas coronado en las velas encendidas mientras me saludaba con un “feliz cumpleaños cariño”, esa voz casi me poseía para abrazarla.
Soplé las velas con ansias y los
ojos cerrados con cierto buen presentimiento, pero cuando abrí los ojos esa alegría que estaba
cubriendo el día más perfecto de mi vida se hundió en la desilusión.
-¿Qué es esa cosa?- pregunté en voz baja
viendo la caja del regalo sobre la mesa, mi guitarra no cabía dentro.
Mi madre no pudo responder, ya
que desde la puerta de la cocina otra voz masculina y resonante se hizo notar
“Hola hermanito, feliz cumpleaños” mi hermano me miraba con su característica
sonrisa mientras esperaba una reacción de parte mía, la que yo interpreté con
un apretón de manos y un simple “Gracias” para luego volver a mirar la caja
esperando que mi madre pudiera darme alguna explicación.
-Diego- dijo con un tono bajo y tranquilo –lo discutimos con tu padre y con tu hermano y la verdad es que no creemos que una guitarra sea un regalo correcto para un jovencito como tú.
-La verdad- interrumpió mi hermano agarrando la caja envuelta en papel azul –Yo
les dije que no te compraran esa cosa,
tenía voz y voto en la decisión, después de todo yo pague la mitad del
regalo Guito, ya verás cuando lo abras que te encantará.
-Es una pistola, no quiero una pistola, las pistolas matan, las guitarras no-
dije alejándome de ella.
-Mmm, no sabes nada- dijo mi hermano ya más serio – Por alguna razón las volvieron ilegales ¿no crees? Algún día la música matará a alguien.
-Mmm, no sabes nada- dijo mi hermano ya más serio – Por alguna razón las volvieron ilegales ¿no crees? Algún día la música matará a alguien.
-Las volvieron ilegales para
controlar a las masas, ¿Qué pasa contigo Nico? tú me lo dijiste, pero seguro no
te acuerdas de esa época en la que lo correcto era más importante. Antes de que
se te subieran los humos a la cabeza y perdieras a Melissa, esa época en la que
yo me vestía como tú porque eras mi ídolo, pero ahora eres mayor y no te
importa, espera, mejor ¿Por qué no te
vas a tu universidad de Santiago y me dejas tranquilo?
Mi hermano no borró la sonrisa de
su rostro -No mientas Guito, anda, no hagas drama y ábrelo, quiero ver tu
reacción de emoción cuando la veas.- hacía oídos sordos a mis palabras.
Con cara de mal humor tomé la
caja azul y la abrí de un solo tirón, dejando a la luz el cartón blanco opaco
esperando, y dentro, una pistola azul brillante con mis iniciales talladas en
el mango. Por un momento me quedé mirándola impactado, pero como no me
agradaban las armas la dejé sobre la mesa y viré la vista hacia la caja donde
estaban todos los papeles a mi nombre esperando a ser firmados mientras mi
hermano y mi madre discutían lo buena que era esa pistola y las miles de
características que tenía.
-Desearía que me la hubieran comprado a mí a
su edad, mira lo hermosa que es, una colt M1911, con buen calibre y semiautomática para
ir de cacería, a los gringos se les derretían los dedos en la segunda guerra
mundial por usarla, claro, esta versión la mandé a hacer personalizada y
cromada a color pero en esencia es no solo mi pistola favorita sino la de la
mayoría de mis amigos en la centralnet. Si no tengo nada que entregar la
próxima semana podría tomarme el tiempo de ir el sábado con el Diego al campo
de tiro, o directamente a la zona fría de Concón, queda como a media hora
Sin responder a nada de lo que dijo, preparé
mi mochila y tras guardar la pistola dentro con su caja me despedí de mi madre
y de mi hermano para salir y no llegar tarde a clases, sin siquiera haber
probado el pastel.
La jornada se hizo cotidiana
aunque la decepción que me había llevado amargó cada segundo de la mañana, desde
pasar el registro sin importarme que vieran el arma, maldecir a la voz
electrónica que me ponía los pelos de punta, recibir felicitaciones de
cumpleaños y finalmente encontrarme con Sergio en clase de inglés para escuchar
la pregunta que venía esperando toda la mañana.
-¿Y?, ¿Conseguiste el regalo que
querías? O la idea de la banda está acabada.- No tuve la voluntad de levantar
la cabeza, simplemente saque el regalo de cumpleaños y lo dejé sobre su pupitre
para que pudiera verlo y reaccionara de la manera que esperaba -Ya veo,
entonces no hay banda, no sé para qué pedí un bajo si sabía que tus papás nunca
te iban a regalar la guitarra.
No estaba de humor para darle la razón y
continuar con el tema porque mientras menos pensara en eso mas rápido se
quitaría ese malestar que las palabras y acciones de mi hermano me habían
dejado esa mañana por lo que me centré en los verbos irregulares como si de
verdad fuera a usarlos alguna vez en mi vida y esperé que el día hubiera
acabado lo más rápido posible.
Antes de que me diera cuenta la
puerta hermética ya se había destrabado y la voz nos advertía que saliéramos al
pasillo para descansar unos minutos antes de nuestra próxima clase. Recibí el
saludo de un par de compañeros por mi cumpleaños y uno que otro estudiante que
se acordó de ese día.
No me podía considerar una
persona “popular” no hablaba con todos, no era el más rápido, ni el más
inteligente, incluso la linda chica nueva, Isidora, con la que por apellido y
RUN no compartía ninguna clase, me dio un abrazo y una pequeña caja de
chocolates. De repente el día ya no se veía tan malo y con solo un par de
aburridas clases por venir, quizás la idea de compartir un tiempo disparándole
al exceso poblacional en el campo de tiro con mi hermano y mi nuevo regalo se
veía como una mejor idea, claro, hasta que terminaron las clases y supe que esa
repentina atención se terminaría cuando cruzara el portón mecánico, justo en el
momento en que la máquina encendía el mapa con el camino más corto a tu casa,
ese que debías tomar para tener tiempo programado al hacer tus deberes. Ahí me
esperaba Tampier y no estaba solo, un chico alto de cabello negro poco natural
y los ojos serios profundos aunque apagados lo acompañaba, mientras parecía juzgar
no solo mi apariencia sino también como me movía y a que altura tenía la
mirada.
-¿Este es tu amigo?- dijo con una
voz plana y masculina mientras mi amigo Sergio asentía con la cabeza –Pues no
tienes la actitud de McCartney ni tampoco los movimientos de Slash, pero
quieres tocar guitarra ¿No es así?- No supe bien qué responderle ya que la
verdad su apariencia no me daba nada de confianza y además no tenía idea de que
enfermedades estaba hablando porque yo nunca había escuchado de algún síndrome
McCartney ni menos de un Slash, me alegraba no tenerlas porque quizás esas
condiciones me limitaban.
-¿Tú eres el nuevo?- pregunté con una sonrisa dándole la mano pero este se
mantuvo frío y seguía juzgando cada acción de mi parte – El que se llevaron
ayer a la sala de castigos
- Sí, pero no veo porqué te
importa si tú solo te escondiste para mirar lo que pasaba, tu amigo me dice que
quieres encontrar una guitarra y ya que tienes una pistola yo puedo ayudarte a
obtenerla - no sé cómo me convenció en los 45 minutos de regulación social -pero sólo si tu pase de estudiante te
deja moverte a Viña del Mar –hizo una pausa para convencerse de lo que iba a
decir- puedo ayudarte con un par de
condiciones de por medio.
-¿Cómo qué? – indagué con
desconfianza.
-Si de verdad quieren aprender
algo más de música que los dos acordes del himno nacional, van a tener que
escuchar cada cosa que les diga sin importar qué tan raro suene, además hay
otros como ustedes, la idea es reunirlos y entrenarlos en secreto, nadie puede saber
nada ¿Entendieron?
-Yo ya te dije que sí, no veo el
problema- dijo Sergio dándole la mano. La verdad yo no fui tan seguro en mi
respuesta, veía a Exequiel con una postura algo encorvada y poco aire de
autoridad por lo que tomar en serio su propuesta ahora que por fin comenzaba a
resignarme a que el mundo no era tan malo como mi propio hermano me dijo alguna
vez, no parecía una opción tan viable como el día anterior, la duda tocó mi
lengua y sin pensarlo bien sonó un “si” desde el fondo de la garganta, se acabó
el tema y sin hablar más nos dirigimos al paradero de buses interurbanos más
cercano.